Los encuestadores

Discrepante con las encuestas, que le vaticinan un batacazo de impresión y al PP una mayoría Baumgartner, el PSdeG ha encargado estudio propio. Según dijo Pachi Vázquez, la de los socialistas es una encuesta «sin cocina», o sea una encuesta que lleva a El Bulli a la perfección, prescindiendo de cualquier elemento que no sea ya una probeta y un soplete. Se dio a conocer ayer y efectivamente a Pachi le baja de uno a tres escaños su número actual en el Parlamento (de 25 a 22/24), pero deja a Feijóo a un punto de perder la mayoría. Todas las encuestas felices se parecen y las infelices tienen su propio destino. La del PSdeG es movilizar al electorado que planea un domingo perfecto de abstención. Lo dijo nada sutilmente Griñán en Pontevedra: «Por cada asistente al mitin, por favor, lleven a 50 personas a las urnas con la papeleta socialista». Sólo le faltó poner al servicio de la campaña al chófer de la Junta que gastaba 25.000 euros al mes en coca y lo devolvía al Estado, suponemos, en multas.

Estas encuestas que encargan los partidos se hacen para evitar las cocinadas por los medios, o eso dicen. En este sentido, Pachi se ha dicho que para que le den el plato en el restaurante ya mejor se pone él a los fogones, y ha quedado un producto simpático.

Mucho han cambiado los tiempos desde que Fraga mandaba traer a Verstrynge de Madrid y lo metía en la habitación de un hotel a hacer encuestas con un Casio de bolsillo en unas autonómicas del 81. «Constaba de cinco folios de datos, pues el Casio no daba para más, y lo estuvimos paseando unos días en nuestras carteras sin atrevernos a sacarlo», cuenta Verstrynge en sus memorias. Una andanada de Calvo Sotelo calentó al equipo de AP, que reunió a los periodistas en un hotel de Lugo y les soltó una encuesta según la cual AP apuraba el triunfo. Las portadas del día siguiente animaron a la militancia. Sólo un periodista preguntó por las tablas de datos. «Pues no», contestó Verstrynge, «sólo este resumen que nos enviaron de Madrid. Era urgente dar la primicia».

A Beiras, reconvertido fuera del BNG en estrella del rock que llena por donde pasa, y siempre pasa de blanco con fular, le ponen las encuestas cinco escaños: no se vio IU en otra. Pastorea una suerte de rebaño de escépticos de los cuales algunos le votarán seis veces, con esa pasión que lleva a invalidar el voto, y otros se irán con la esposa estable que es el BNG. Pero aparecerá en el Parlamento y en compañía, así que lleva afinándose unas noches a la guitarra salpimentándolo todo de un humor desesperado («eu o mitin xa o acabei hai tempo», dijo en un acto, «pero se queredes sigo»).

Entre sus greatest hits se recogen éstos: «Ruedaé como unha calcamonía destinguida dePrimo de Rivera», «Alboré un inútil que non falaba galego porque en vez lingua, na boca tiña un bistec» y un recuerdo a la «dereita reaccionaria, retrógada e estúpida,chea de carcamales, ignorantes, burros, imbéciles e nazinecios comoRajoy, el señor de los hilillos». «Es que está insultando ya, ¡y no empezó la campaña!», se quejaba Rueda cuando Beiras llamaba tonto a alguien andando en zapatillas por casa, apuntando lo de nazinecios en la chuleta buena.